lunes, 8 de diciembre de 2008

Un trabajo en conjunto, Los Celtics llevan 12 victorias en fila gracias a la colaboración de todos sus jugadores



Para que la maquinaria funcione, todos los engranajes deben estar aceitados.

No alcanza con tener una pieza de lujo si el resto está por debajo de las condiciones esperadas.

El básquetbol es un deporte de equipo. La teoría de la súper estrella que gana los partidos sin ayuda no es parte del libreto hacia el éxito, o al menos no debería.

Se pueden conseguir triunfos, romper marcas de puntos, vender más camisetas. Pero a la larga, el triunfo sostenido se da cuando cada jugador sabe lo que tiene que hacer sobre la cancha, por más que esa colaboración parezca, ante los ojos de los fanáticos, un hecho menor.

Los Celtics de Doc Rivers transitan ese camino. Récord de 20 triunfos y dos derrotas, con 12 victorias en fila.

Si bien el Big Three de Kevin Garnett, Ray Allen y Paul Pierce hace un gran trabajo noche a noche, lamentablemente todavía no se conoce el elixir para devolverle la juventud a los seres humanos.

Entonces, el entrenador de Boston tuvo que hacer algo para evitar el declive de su equipo: apuntar a construir una base sólida alrededor de sus estrellas.

Si bien esta tendencia se fue viendo desde el final de la temporada pasada, el salto de calidad en cuanto a protagonismo de jugadores como Rajon Rondo o Kendrick Perkins, son indicios de que algo realmente bueno está saliendo a flote.

Ya pasó un cuarto de temporada regular y si bien hemos visto que los campeones reinantes han tenido algunos problemas en los comienzos de los partidos, han mostrado la energía necesaria, dotada de una gran defensa y de la experiencia recolectada, para recuperarse a tiempo y conseguir triunfos.

En cuanto al Big Three, a diferencia de lo que sucedió en los playoffs pasados, el que ha tomado las riendas de las ofensivas ha sido el escolta Ray Allen, un francotirador que es una garantía tanto para tirar en ataques estacionados al salir de dobles cortinas como en ataques de transición.

Allen, quien tiene el promedio más alto de puntos a nivel grupal con 19.2 por aparición (con un altísimo 92.2% en tiros libres), fue el verdugo que vengó una de las derrotas de esta temporada ante los Pacers, el domingo por la noche.
Anotó 35 puntos, con siete triples incluidos, uno de ellos fundamental para sentenciar la historia 122-117 en tiempo extra.

Quizás este renacimiento de Allen sea el ingrediente que le faltaba a Boston para ser un equipo que preocupa con todos sus elementos.

Muchos analistas esperaban el año de decaimiento definitivo del tirador, y tenían su razón para pensar de esa manera: con Pierce y Garnett en forma, Allen, de 34 años, había pasado a ser la tercera opción de ataque en el equipo, algo que lo tenía un poco frustrado.

Había demostrado ser una garantía defendiendo (¿Recuerdan su trabajo en las Finales ante Kobe?) pero le faltaban jugadas en ataque estacionado, con cortinas incluidas, para que pueda salir a tomar tiros certeros de larga distancia.

Por fortuna para Allen, la situación cambió para su bien. Y más allá de su esfuerzo estrictamente deportivo, queda en claro hubo un cambio desde lo físico: sus problemas en los tobillos, que lo tuvieron a mal traer en la temporada pasada, ya forman parte del pasado.

Por el lado de Kevin Garnett, nadie descubre nada al decir que es un verdadero monstruo defensivo. Ante Indiana marcó 17 puntos, recuperó 20 rebotes y robó cinco pelotas.

Y lo más interesante de todo esto, es que no fue el partido de su vida: promedia 16.4 puntos (con 51.1% en tiros de campo), 9.4 rebotes. 1.38 tapas y 1.24 robos por juego.

Quien está jugando apenas por debajo de su nivel es Paul Pierce, sobre todo si se tiene en cuenta su efectividad para el aro en tiros de campo (39.2%).

De todos modos, sigue siendo tremendamente importante para este equipo, sobre todo porque muchas de sus decisiones favorables las toma en momentos del juego en el que la pelota quema.

Este es el camino de Boston: las estrellas rotan con sus producciones favorables, pero siempre hay alguien que comanda las acciones y el resto de sus compañeros aportan para hacer del producto final algo positivo.

Entonces, veamos el trabajo de lujo que están haciendo algunos de los jugadores por fuera del Big Three.

Rajon Rondo. El base de Louisville está llevando su carrera a otro nivel. Se lo nota confiado, mucho más agresivo con el aro principalmente en las penetraciones y asiste de manera notable a sus compañeros.

Logró su primer triple-doble el miércoles pasado, al anotar 16 puntos, entregar 17 asistencias y bajar 13 rebotes ante los Pacers. Para que tengamos una idea del crecimiento de este joven, ha mejorado sus números de carrera asistencias (7.7), rebotes (4.7), robos (2.2), puntos (10.3) y porcentaje en tiros de campo (52.4). Debe mejorar su efectividad en la línea de libres: 63% es muy poco para un perimetral.

Vale la pena destacar también su trabajo en defensa, sobre todo su presión al pique y la velocidad para llegar a las ayudas 2-1.

Kendrick Perkins. Más allá del problema de carácter que lo convierte en un aficionado a las faltas técnicas, Perkins es otro de los jugadores que ha dado un salto de calidad muy importante.

Mejoró muchos números de carrera, como los puntos (8.0), las tapas (1.77) y los rebotes (8.1).

A su vez, creció muchísimo en defensa para controlar a los internos rivales. Es una pieza de lujo para acompañar a KG debajo de los tableros.

Leon Powe. Si uno revisa las estadísticas de este jugador, quizás no encuentre demasiado. Pero el aporte de Powe viene por otro lado.

Tiene una tremenda energía para colaborar debajo de los tableros, tanto en ataque como en defensa, y es una inyección anímica para sus compañeros cada vez que le toca jugar.

Su potencia, sus volcadas y sus dobles con falta incluida levantan del asiento a los aficionados del Banknorth Garden

De todos modos, 7.1 puntos (53% en TC) y 3.8 rebotes por juego, para alguien que promedia 16.3 minutos por aparición, no está nada mal.

Tony Allen. El sustituto natural de James Posey, quien se fue a los Hornets, está siendo un jugador muy importante en la rotación.

A su conocida faceta de férreo defensor, le está agregando un plus en ofensiva. Si bien a veces peca de ser un poco desordenado, sus nueve puntos, con 48% en TC y 80% en TL, en 20 minutos, son muy importantes, sobre todo cuando toma determinaciones en momentos en los que el resto de sus compañeros transitan la cancha con la pólvora mojada.

Eddie House. Lo mismo de siempre para el armador suplente de los campeones, que no es poca cosa si se tiene en cuenta que ya pasó la barrera de los 30 años.

Es un base de muchísima explosión que le está dando a Boston puntos garantizados desde el banco.

Le falta el criterio de Rondo para pasar la pelota (para un base, tener 1.2 asistencias por partido es muy poco), pero sirve muchísimo para correr en transición, para trasladar el balón y para tirar al aro.

Además, es un gran lanzador de tiros libres.

Glen Davis. Queda para el final, pero de a poco gana minutos y gracias a su gran contextura física, es un jugador difícil de atacar para los internos rivales. Y por qué no, también difícil de defender.

Si bien no tiene mucho tiempo sobre la cancha (16.3) aporta algunos puntos (3.5) y rebotes (2.9).

Su avance más importante se da en su porcentaje desde la línea de libres (pasó de 68% a 81%), dato clave para un ala-pivote que es propenso a recibir faltas en cada una de sus escaladas al aro.

A LA ESPERA DE LA NAVIDAD

El próximo 25 de diciembre, los Celtics tendrán un trabajo un poco más duro que abrir regalos.

Deberán jugar nada más ni nada menos que ante los Lakers en Los Angeles, en lo que será la reedición de las Finales pasadas, serie que Boston dominó en seis partidos para conquistar el trofeo de campeón.

Los fanáticos de los Lakers esperan por este partido con ansias en el Staples Center.

La reincorporación de Andrew Bynum al plantel de Phil Jackson será la gran diferencia con respecto a lo que se vio en el pasado mes de junio.

De todos modos, al momento, los Celtics ganan y no se desesperan en observar el futuro.
Su récord de 20-2, su trabajo en conjunto y su mística ganadora, son argumentos que obligan a Doc Rivers a pensar en positivo.

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